Meriam tenía encargos que hacer, había ido a comprar varias cosas para la cena que tenía que preparar. Era pronto y así podía tomarse las cosas con calma, cosa que le gustaba cuando estaba rodeada de gente. Las prisas alteraban sus nervios y la hacían tener alucionaciones de mal gusto.
Sus pasos eran de bailarina y la gente la saludaba, era algo respetaba, aunque imponía un extraño terror. La mayoría sabían de dónde había venido, les costaba creer que un animal pudiese servir sin intentar matar a su dueños.
Entró en una tienda de comestibles y se puso a hacer la compra con total tranquilidad. Le gustaba seleccionar los mejores ingredientes, lo hacía con una especie de cariño que ni ella misma entendía. Le gustaba prestar sus servicios a los demás, aunque ella dijese que era porque se lo debía.
Sus pasos eran de bailarina y la gente la saludaba, era algo respetaba, aunque imponía un extraño terror. La mayoría sabían de dónde había venido, les costaba creer que un animal pudiese servir sin intentar matar a su dueños.
Entró en una tienda de comestibles y se puso a hacer la compra con total tranquilidad. Le gustaba seleccionar los mejores ingredientes, lo hacía con una especie de cariño que ni ella misma entendía. Le gustaba prestar sus servicios a los demás, aunque ella dijese que era porque se lo debía.